lunes, 26 de marzo de 2012

BIOGRAFÍA DE GABRIELA MISTRAL


GABRIELA MISTRAL 
(Vicuña 1889 - Nueva York 1957)
Lucila Godoy, llamada Gabriela Mistral (conocida mejor como Gabriela Mistral), escritora chilena. Hija de un maestro rural, que abandonó el hogar a los tres años del nacimiento de Gabriela, la muchacha tuvo una niñez difícil en uno de los parajes más desolados de Chile. A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa local, y empezó a estudiar para maestra. En 1906 se enamoró de un modesto empleado de ferrocarriles, Romelio Ureta, que, por causas desconocidas, se suicidó al poco tiempo; de la enorme impresión que le causó aquella pérdida surgieron sus primeros versos importantes. En 1910 obtuvo el título de maestra en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética en los juegos florales de la capital de Chile; los versos ganadores- Los sonetos de la muerte- pertenecen a su libro Desolación (1922), que publicaría el instituto de las Españas de Nueva York. En 1925 dejó la enseñanza, y, tras actuar como representante de Chile en el Instituto de cooperación intelectual de la S.D.N., fue cónsul en Nápoles y en Lisboa. Vuelta a su patria colaboró decisivamente en la campaña electoral del Frente popular (1938), que llevó a la presidencia de la república a su amigo de juventud P. Aguirre Cerda. En 1945 recibió el premio Nobel de literatura; viajó por todo el mundo, y en 1951 recogió en su país el premio nacional.
En 1953 se le nombra Cónsul de Chile en Nueva York. Participa en la Asamblea de Las Naciones Unidas representando a Chile. En 1954 viene a Chile y se le tributa un homenaje oficial. Regresa a los Estados Unidos.
El Gobierno de Chile le acuerda en 1956 una pensión especial por la Ley que se promulga en el mes de noviembre.
En1957, después de una larga enfermedad, muere el 10 de enero, en el Hospital General de Hempstead, en Nueva York. Sus restos reciben el homenaje del pueblo chileno, declarándose tres días de duelo oficial. Los funerales constituyen una apoteosis. Se le rinden homenajes en todo el Continente y en la mayoría de los países del mundo.




LA BAILARINA

La bailarina ahora está danzando 
la danza del perder cuanto tenía. 
Deja caer todo lo que ella había, 
padres y hermanos, huertos y campiñas, 
el rumor de su río, los caminos, 
el cuento de su hogar, su propio rostro 
y su nombre, y los juegos de su infancia 
como quien deja todo lo que tuvo 
caer de cuello, de seno y de alma.

En el filo del día y el solsticio 
baila riendo su cabal despojo. 
Lo que avientan sus brazos es el mundo 
que ama y detesta, que sonríe y mata, 
la tierra puesta a vendimia de sangre
la noche de los hartos que no duermen 
y la dentera del que no ha posada.

Sin nombre, raza ni credo, desnuda 
de todo y de sí misma, da su entrega, 
hermosa y pura, de pies voladores. 
Sacudida como árbol y en el centro 
de la tornada, vuelta testimonio.

No está danzando el vuelo de albatroses 
salpicados de sal y juegos de olas;
tampoco el alzamiento y la derrota 
de los cañaverales fustigados.
Tampoco el viento agitador de velas, 
ni la sonrisa de las altas hierbas.

El nombre no le den de su bautismo. 
Se soltò de su casta y de su carne 
sumiò la canturía de su sangre 
y la balada de su adolescencia.

Sin saberlo le echamos nuestras vidas 
como una roja veste envenenada 
y baila así mordida de serpientes 
que alácritas y libres la repechan, 
y la dejan caer en estandarte 
vencido o en guirnalda hecha pedazos.

Sonámbula, mudada en lo que odia, 
sigue danzando sin saberse ajena 
sus muecas aventando y recogiendo
jadeadora de nuestro jadeo, 
cortando el aire que no la refresca 
única y torbellino, vil y pura.

Somos nosotros su jadeado pecho, 
su palidez exangüe, el loco grito
tirado hacia el poniente y el levante
la roja calentura de sus venas, 
el olvido del Dios de sus infancias. 
AUSENCIA

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.

Se van mis gestos, que se devanaban,
en lanzaderas, delante tus ojos.

Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.

Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.

Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor y en tu boca de mosto.

Tu entraña fuese y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche,
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!

Poema

MIS LIBROS
Libros, callados libros de las estanterías, 
vivos en su silencio, ardientes en su calma;
libros, los que consuelan, terciopelos del alma, 
y que siendo tan tristes nos hacen la alegría!

Mis manos en el día de afanes se rindieron;
pero al llegar la noche los buscaron, amantes 
en el hueco del muro donde como semblantes 
me miran confortándome aquellos que vivieron.

¡Biblia, mi noble Biblia, panorama estupendo, 
en donde se quedaron mis ojos largamente, 
tienes sobre los Salmos las lavas más ardientes 
y en su río de fuego mi corazòn enciendo!

Sustentaste a mis gentes con tu robusto vino 
y los erguiste recios en medio de los hombres,
y a mí me yergue de ímpetu sólo el decir tu nombre;
porque yo de ti vengo he quebrado al Destino.

Después de ti, tan sólo me traspasó los huesos 
con su ancho alarido, el sumo Florentino. 
A su voz todavía como un junco me inclino;
por su rojez de infierno fantástica atravieso.

Y para refrescar en musgos con rocío 
la boca, requemada en las llamas dantescas, 
busqué las Florecillas de Asís, las siempre frescas 
¡y en esas felpas dulces se quedó el pecho mío!

Yo vi a Francisco, a Aquel fino como las rosas, 
pasar por su campiña más leve que un aliento, 
besando el lirio abierto y el pecho purulento, 
por besar al Señor que duerme entre las cosas.

¡Poema de Mistral, olor a surco abierto 
que huele en las mañanas, yo te aspiré embriagada! 
Vi a Mireya exprimir la fruta ensangrentada 
del amor y correr por el atroz desierto.

Te recuerdo también, deshecha de dulzuras, 
versos de Amado Nervo, con pecho de paloma, 
que me hiciste más suave la línea de la loma, 
cuando yo te leía en mis mañanas puras.

Nobles libros antiguos, de hojas amarillentas, 
sois labios no rendidos de endulzar a los tristes, 
sois la vieja amargura que nuevo manto viste:
¡desde Job hasta Kempis la misma voz doliente!

Los que cual Cristo hicieron la Vía-Dolorosa, 
apretaron el verso contra su roja herida, 
y es lienzo de Verònica la estrofa dolorida;
¡todo libro es purpúreo como sangrienta rosa!

¡Os amo, os amo, bocas de los poetas idos, 
que deshechas en polvo me seguís consolando, 
y que al llegar la noche estáis conmigo hablando, 
junto a la dulce lámpara, con dulzor de gemidos!

De la página abierta aparto la mirada, 
¡oh muertos!, y mi ensueño va tejiéndoos semblantes:
las pupilas febriles, los labios anhelantes 
que lentos se deshacen en la tierra apretada.

domingo, 25 de marzo de 2012

Obras

Un especialista en Gabriela Mistral encuentra en Massacchusets (EE UU) un centenar de poemas inéditos, cartas personales y fotografías de la poetisa chilena... Composiciones que, unidas a cartas y fotografías personales -la gran mayoría de su hijo Yin Yin-, forman el tesoro que, poco a poco, un experto en la poesía de Mistral, Luis Vargas Saavedra, ha ido "desenterrando" de la antigua casa de Doris Dana -asistente y amiga de Mistral hasta su muerte... (El Pais) 

Arriba, Primera edición de Poemas de las madres, editado en Santiago de Chile en 1950, con ilustraciones de Andre Racz. Debajo, Gabriela Mistral recibiendo el Nobel en 1945.